Juliá, el viento y el huracán
Sergio Pérez

El huracán de Palamós fue devastador, asoló con todo, con miles de ilusiones y millones de euros en medio de una incredulidad absoluta, todavía hoy inexplicable. Arrasó con la credibilidad de los futbolistas sin excepción, con la de Lluís Carreras --si le quedaba algo-- y salpicó a todos los estamentos de la SAD. Una humillación de ese calibre deja tiritando a cualquier club, al Real Zaragoza particularmente por sus actuales apreturas financieras. Ese 6-2 contra el Llagostera ha multiplicado el escepticismo y la desazón. En el trance, Narcís Juliá también ha perdido partidarios.
El director deportivo tomó ayer la palabra para trazar las líneas maestras de la política de reconstrucción del equipo para la próxima temporada, la cuarta consecutiva en Segunda. A pesar de haberse dejado incondicionales por el camino, Juliá concentra todavía en torno a su figura, y de manera sustancial, el mayor grado de consenso entre el zaragocismo, que se identifica con su mensaje y cree en él y en su capacitación profesional.
Narcís aterrizó en el Zaragoza a pie cambiado, seis meses antes de lo previsto. Revolucionó una plantilla que no había parido y tuvo que dar con un técnico en pocos días. Es una evidencia que con Carreras erró y que esa transformación de invierno acabó achicharrada en las llamas del incendio de Palamós. Ahora se enfrenta por primera vez a la tarea de levantar un equipo de autor, con la credibilidad ya no impoluta, libertad absoluta pero condicionado económicamente. Juliá está en la fase en la que las palabras aún calan, aunque pronto se las llevará el viento si las acciones, sus fichajes, la madre del cordero en el fútbol, no son lo suficientemente sólidos para que no los derribe ni un huracán.
El director deportivo tomó ayer la palabra para trazar las líneas maestras de la política de reconstrucción del equipo para la próxima temporada, la cuarta consecutiva en Segunda. A pesar de haberse dejado incondicionales por el camino, Juliá concentra todavía en torno a su figura, y de manera sustancial, el mayor grado de consenso entre el zaragocismo, que se identifica con su mensaje y cree en él y en su capacitación profesional.
Narcís aterrizó en el Zaragoza a pie cambiado, seis meses antes de lo previsto. Revolucionó una plantilla que no había parido y tuvo que dar con un técnico en pocos días. Es una evidencia que con Carreras erró y que esa transformación de invierno acabó achicharrada en las llamas del incendio de Palamós. Ahora se enfrenta por primera vez a la tarea de levantar un equipo de autor, con la credibilidad ya no impoluta, libertad absoluta pero condicionado económicamente. Juliá está en la fase en la que las palabras aún calan, aunque pronto se las llevará el viento si las acciones, sus fichajes, la madre del cordero en el fútbol, no son lo suficientemente sólidos para que no los derribe ni un huracán.
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